El país de Jorge Amado

Quién no ha oído que Jorge Amado es el exponente de la literatura brasilera más conocido porque sus obras literararias han sido traducidas del Portugués a muchos idiomas, e incluso llevadas al cine y a la televisión. "Doña Flor y sus dos maridos", "Gabriela clavo y canela", ya han dado la vuelta al mundo, y probablemente otras de las suyas seguirán acendradas en el imaginario colectivo de los espectadores y lectores de ellas.
Un país del que continuamente oímos en la radio, en la televisión, y en otras muchas de las manifestaciones políticas y sociales del universo en la que hacen gala de su importancia por ser casi la mitad del subcontinente suramericano, y por que su idioma como el de todas las lenguas romances con su sonido característico nos embruja. El Carnaval de Río y sus escuelas de Samba que durante todo el año se preparan para la jornada festiva, idéntico a lo que sucede con el de Barraquillo, adormecen la imaginación con sus sueños de festividades en la que todo un pueblo participa, mientras el mundo se mantiene expectante frente a todo ese imaginario colectivo que lo caracteriza como abolengo. El conocimiento de lo que ha sido su pueblo con sus costumbres y sus maneras de pensar, el sensualismo que en sus películas siempre nos deja esa sensación parecida a las que en su momento fueron las italianas de Gina Lollobrigida, en el que el sensualismo y la diversión del ser humano nos hacen creer que así es el universo de los brasileros, muy a pesar de la fama que tienen las favelas de Río de Janeiro adonde la pobreza en las ciudades es tan manifiesta que las hace parecidas a los peligros de de los suburbios de Caracas, o a la delincuencia organizada en Colombia, o a lo que representa el antiguo imaginario del Harlem en New York en la época en que el racismo era muy fuerte en los Estados Unidos de Norteamérica.
Brasilia, su misma capital, declarada por la Unesco como Patrimonio Universal de la Humanidad, porque tanto en su creación no solo fue una planificación de los sueños de un país en su historia por tener una capital en el centro de la selva amazónica para que fuera la fuente de una colonización al interior de aquel vasto territorio selvático, y que desde su comienzo los mismos portugueses la consideraron como "La Gran Isla de Brasil" porque estaba bordeada por los ríos Orínoco, Paraguay, Paraná, y el Río de la Plata; que fue construida por unos arquitectos basados en la famosa declaración de Atenas de 1933 para las construcciones de las modernas ciudades en la que se pretendía no caer en lo mismo que los seres humanos habían hecho a través de la historia, cuando éstas se convirtieron en una nueva forma de alienación del ser humano en donde el conflicto de la ciudad y el campo era la brecha para unos del atraso, y para otros del progreso porque en cierta medida la ciudad representaba la renovación, y lo rural el recuerdo de lo que fue el feudalismo, pero que en lo político después del 68 en Francia sirvió para que en las grandes ciudades se diera el desalojo de las clases sociales menos favorecidas para que las revueltas no fueran un peligro para aquellos países con graves problemas sociales, y que a a la postre lo último que dijeron fue que eso mismo es lo que se está haciendo ahora en las grandes urbes del mundo, tal y como sucedió en Bogotá hace poco.
Por ser una ciudad prevista, André Malraux la llamaría "La Capital de la Esperanza". Sueño que se cumplió en parte durante su construcción porque el igualitarismo fue una realidad entre los obreros y los funcionarios públicos que compartieron todos los improvisados campamentos en el que autoridades y gestionarios obreros de la modernidad del siglo XX, así lo fueron; ya que ahora a pesar de ser planificada parece que no ha logrado superar la congestión de las urbanizaciones que según nos dicen las noticias allí se están desarrollando. Un sueño que resultó siendo utópico al estilo de Tomás Moro y la de los socialistas de la U.R.S.S. que quisieron hacer en su momento la unidad entre la ciudad y el campo frente a los desbarajustes de las grandes ciudades ocasionadas por la revolución insdustrial.
Paradójicamente un presidente de origen checo sería el encargado de ser el encargado de hacer realidad lo que históricamente querían, a pesar que con la dictadura de los militares en 1964 se obnubilaría. Y sin embargo, al estilo de lo que sucedió en Polonia un obrero se ha encargado de promover lo que los brasileros nos parecen. No se oyen ruidos de discordias, y la pobreza por haber sido uno de los países del mundo más endeudados, ahora se nos antoja que está entre uno de los cinco países del mundo con una mayor población, y un desarrollo económico en ascenso; que películas como "El Beso de la mujer Araña" con Sonia Braga, y las de las que antes mencioné basadas en las novelas de este escritor fecundo,y en la que también participa esta actriz, apenas son los recuerdos de esos golpes de Estado de esas conciencias mediatizadas por el morbo, mientras nosotros nos deleitamos con el sonido de su música y su baile.
Algo parecido a lo que fue el Jazz con los negros en las orillas del Misisispí de los norteamericanos. Es una historia de dos reinados y una familia común. La de los reyes de España y Portugal. Es la historia de un continente desconocido por los Europeos que con su descubrimiento provocaron todo este maremagnum que hoy llamamos civilización occidental americana; y que Brasil con Jorge Amado, idéntico a lo que García Márquez lo es para nosotros, está dispuesto a ser uno de los protagonistas del mundo.
En todo ésto, somos semejantes.