Hace poco una cliente me llamó para llevarle una mercancía el 25
de diciembre a "El Espinal". Y en esas circunstancias al
levantarme mis familiares me invitaron a tomarme unas cervezas. No acepté.
Tenían invitado a otro familiar que además de haber llegado a la casa que
perteneció a una tía, y que fue su hijo adoptivo, casi me mata dentro
de aquella casa con el cuento que yo me quería quedar con ella. Vale decir que
por muchos años comencé a ser perseguido por supuestos policías en las que
me pasaron muchas cosas. Es más he llegado a creer que todo lo que me sucedió en
mi vida, fue obra de éstos, como si fueran de familia. Incluso en
alguno ocasión cuando estuve loco oí la voz de otro familiar en un largo discurso donde me amenazaba y decía que tenía que abandonar la casa. que incluso escuché cuando comenzó su perorata:
-Coloqué el casete.
-Coloqué el casete.
Y era como si se lo estuviera diciendo a otro, y que con el tiempo gracias a que escuché algo parecido en una emisora -La doble- y que me hizo caer en cuenta sobre algo que había leído hacía muchos años en unas revistas españolas de como determinadas frecuencias alguien las podía escuchar a unos cuantos metros de distancias las personas que tienen sus nervios estresados, y que como coincidencia yo andaba en esa situación porque tenía varillas en las columna vertebral y en las calles me habían enloquecido, y que además no hacía más de un año que le había ayudado a una amiga en un contrato con el distrito a solucionar una falla de un transmisor que un hijos suyo había copiado de un libro de electrónica, con el cual las moscas se espantaban colocándoles en cualquier lugar. Era un trabajo para cultivar lombrices traídas de Francia, y que según creo con ellas se hacen o hacían hamburguesas en Europa, y que permitió que ahuyentaras las moscas de los desechos que se acumulaban del Abastos de Patio Bonito para cultivarlas. Bueno, ya había pasado todo esto, y ahora resultaba oyendo la voz de aquel familiar cuando iba en un bus hacia Chapinero por la avenida Caracas y al cual le ayudé a conseguir un préstamo con el Fondo nacional del Ahorro, y como la vida me ha demostrado que parece que ha habido una extraña bronca de familia donde más de uno ha salido a tirarme y a ofenderme. Hubo en ese barrio que digo, Centenario de Bogotá, todo un complot de policía. Un perro de ellos me mordió los testículos por allá por los años de la década del setenta cuando trabajaba como profesor del distrito. y además en una de esas seguidillas de persecuciones fui sacado en una mala noche cuando estaba entrando a la casa que he dado en llamar "La Casa Embrujada" y muchos años antes de que aquel muchacho que digo, y que curiosamente me saludó como si en realidad se me hubiera olvidado que me quiso matar dentro de la misma casa con el cuento de que me quería apoderar de ella. Yo estaba tratando de sobre vivir en medio de toda una serie de provocaciones orquestadas por estos vecinos que fueron hábilmente utilizados por esos personajes que digo que si no me arrojaban a un perro o un gato muerto de algún vecino, desde que salía me perseguían en son de amenazas, y muy lejos me los botaban por los lados de Fontibón o del Kennedy. Unas vigilancias particulares que el autor sabe montaron alrededor mío como si fuera el delincuente al que tenían que amedrentar. Ya llevaba años siendo perseguido. Con un amigo, muy joven. nos detuvieron unos agentes del Departamento Administrativo de Seguridad aduciendo que yo era un elemento indeseable para la sociedad. No sabía que esos montajes se podían hacer. Antes con otro amigo tuve que entregar mi cédula de ciudadanía cuando íbamos para un encuentro de estudiantes en Medellín, y como si fuera poco, de la casa que digo donde viví con una tía más de 30 años, una noche antes de llegar a ella me tiraron un carro que me partió una pierna. Trabajaba como profesor. Por los días que digo, en que aquel familiar que cuento, me tiró con el peine de sus manos sobre el hombro izquierdo. después de haber roto los vidrios de la entrada de la puerta adonde todos los vecinos -Rafael, Ramos, la esposa de un policía, el dueño del perro que me mordió los testículos, y toda una serie de vecinos que creyeron que conmigo se iban a ganar la lotería, amenazándome y provocándome, algo parecido a lo que aquí han hecho otros personajes en este barrio. Creo que ya son más de 50 años y cada cual se inventa su justificación para provocar. El familiar que digo, me dijo que llevaba once años esperando a que le desocupara la casa. Qué raro, Supuse cuando la tía lo llevó a la casa como hijo suyo, y a pesar que todos estuvimos contentos, no me imaginaba que era como si hubiera sido su enemigo. Duré muchos años asustado mientras desconocidos y particulares se dedicaron amenazar donde además de perros y palizas por vagabundos en las calles, pero que nunca pensé que un familiar me fuera a tirar en la misma casa donde había vivido con la tía más de 20 años con el cuento que me quería quedar con ella. Ahora me saluda como si no hubiera pasado nada. Yo voy entendiendo el negocio al que seguramente le debo parte de lo que me ha pasado, y que además si saben el porqué muchos han salido a amedrentar. Una persona que anda sola, que no se mete con nadie, que ha sobrevivido a punta de esfuerzos y dispuesta a no dejarse enloquecer tal y como lo hicieron, que resultó loco y se intentó matar, y que este personaje hubiera llegado a tirarme con el cuento de que estaba detrás de una casa de medio peso, cuando en realidad por haberme sucedido desde joven muchas cosas, había otro trabajo más subrepticio por cuenta de una posible herencia que podría reclamar si mi papá moría. Y que de haberlo hecho, hubiera valido la pena, como si con esto intentaran distraerme, mientras haber... Así lo han hecho durante todos estos años. Así es como se mata a las personas, donde se crean tantas historias alrededor del personaje que tienen entre miras, y donde lo peor se le indilga. En el barrio Centenario de Bogotá, se jugó aparentemente a sacarme de la casa, por cuenta de que éste quería hacerme creer que estaba detrás de la casa. Me tiró, y humilló miserablemente, tal y como otros conocidos en este barrio lo hicieron de manera amenazante hasta dentro de la casa, y que además me arrojaron toda una especie de sapos y ladinos, que a veces llego a creer que son delincuentes. Pero...¿Cómo pueden existir esas vigilancias que se parecen de policía? Aquí más de uno, como en Bogotá, salió a hacerlo. ¿Qué clase de trabajos son ésos? En Bogotá, muchas veces cuando iba a ir supuestamente a hacer visita a la casa de otra tía hermana de mi papá, el hijo de la tía de manera maliciosa comenzaban a amenazarme, y a contarme historias de familia, y que como caso curioso también fue adoptado y tan pronto murió ésta, perdió el apartamento porque lo sacaron todo loco. Yo creo que le hicieron el mismo tipo de trabajos que hicieron conmigo, por los cuales creo que son especialistas en estos tipos de trabajos donde se conocen todo sobre sus víctimas como si los mismos familiares con poder o dinero e influencias de estado lo hicieran mediante estos áulicos.
He supuesto que debe haber algún estigma de familia, y que parece,
así lo observé qué noche cuando un motorizado paró su moto en frente mío, poco
tiempo después que vi a uno de estos familiares cercanos a otros de familia.
Caí en cuenta que en otro ocasión había sucedido lo mismo. Y no es porque fuera
una amenaza, sino que alrededor de ella habían sucedido muchas otras cosas, como
si en realidad me estuvieran amenazando. El 25 de diciembre
cuando me invitaron a tomar unas cervezas, y al verlo caí en la cuenta que lo
hacía a propósito. ¿Qué haría cuando todo mundo sabe que me tiró dentro de la
propia casa en aquel callejón, y me obligó a andar por las calles, porque desde
que llegué a aquella casa, parecía que todos los vecinos del barrio tenían interés en ella. Si fuera otro, a lo mejor me le hubiera enfrentado, y
parece que eso era lo que querían con el fin de..,
Así hay muchos que han resultado muertos en esas revueltas de familias y de poder. Y como no lo hice me tiró. Llegó drogado a sabiendas que lo iba dejar entrar a la casa, porque en su creencia o quién sabe qué, creo que en eso consistía la provocación, y así todos lograrían su propósito. Llegó gritando y gesticulando con sus corotos y un perrito, y una casa de madera repitiendo una historia que acababa de escribir en Crónicas Gendarmes donde hablaba de la toma de una casa.
-Yo sé como los
sacó. Me dijo.
-Qué, me va a
matar, le respondí.
Yo no tenía a
donde meter la cabeza. Ya me habían intentado matar, y todo parecía a que desde
ese barrio los que lo intentaron había salido de allí. Pero, era la humillación
y el amedrentador físico. Un carro blanco del vecino (Ramos) me recordaba el
carro que me botaron hacía muchísimos años en la carrera décima con Hortúa, y que me partió una pierna, y el cual colocaron justo casi que en la entrada de la casa en aquel interior, como
diciendo: "Nosotros fuimos lo que te aporreamos y te partimos la
pierna". Justo en la misma casa adonde el dueño -un agente de ley- de aquel perro pastor me mordió los
testículos, y que traté de instaurar una denuncia, en la misma comisaría que
antes quedaba en el barrio Restrepo, y que ahora cuando aquel joven me agredió, trate de denunciarlo allí mismo en la que queda en el Quiroga traté de denunciarlo, no por amenazarme sino por haberme aporreado y
porque entendí que me quiso matar, ya que había roto previamente los vidrios de la puerta, y había
sacado a mi mujer a estrujones, aduciendo que era el dueño cuando nadie le había dicho nada
sobre eso, y afortunadamente al querer dejarme encerrado al cerrar la puerta,
un cable del celular quedó atascado.
-Ud. no puede
conmigo, dijo.
Me abrazó(El
abrazo del oso) de frente dejándome maniatado con sus brazos. mientras con sus
manos intentó por la espalada lastimarme la columna vertebral que llevaba
varios años de haber sido operada, Logré zafarme mientras mi mujer gritaba
desde afuera que me iban a matar. Una paranoia y una locura total donde el agredido era yo a pesar que durante todo el tiempo que viví en esa casa estuve amenazado sibilinamente por estos vecinos, en un interior donde el invasor era yo, según sus cuentas. Como ya había roto los vidrios de la casa, y los había
colocado habilidosamente sobre el piso a la entrada, a donde me dio el golpe
en el lado izquierdo del hombro como para que me cayera, ya que en Internet en
el libro de Crónicas Gendarmes había dicho que se me dormía el lado izquierdo, y repitiéndome lo que decía en mis cuentos.
-Si quiere, yo le
llamo la policía, dijo.
Entendí. Por eso
días, la vecina esposa de un agente de ley en una ocasión que mi mujer gritaba contra mi, había hecho
llamar a dos policías, a los que curiosamente ya había visto mucho antes por los
lados del Restrepo, entendí que había todo un montaje en medio
del estupor que yo tenía.
Se había decidido
por asustarme. Si salía a orinar, este salía de una habitación. Una mañana
cuando salí a bañarme había otro amigo de éste, y que sin darme cuenta había
entrado a la casa, y que salió justo cuando yo acababa de salir del
baño. Estaba siendo adoctrinado por los secuaces que supuestamente me querían
matar, y su objetivo era hacerse el dueño y señor como si algún abogado lo
estuviera asesorando, cuando en realidad llevaba años huyendo. Ya en una casa
que me dejó de herencia mi papá, otros lo habían hecho. Tres personajes
siniestros incluyendo una mujer disfrazada de hombre, y como
si fueran limosneros, habían tratado de matarme. En Bella Vista me arrastraron y golpearon, y trataron de llevarme a una zanja, mientras me robaron una plata que llevaba
en los bolsillos de la camisa, al mismo tiempo que le decían a la
muchacha disfrazada de hombre:
-¡Dispárele!
Así lo supongo,
pues un policía vecino me dijo que habían tres atracadores, y que unos de
ellos era mujer.
Años después,
supuse que la que lo había intentado hacer bajo presión por los que me
rompieron la cara, estaba ida de si misma, en el barrio Centenario, y que desde
que llegué a aquella Casa Embrujada, me perseguía por todo el barrio cada que llegaba o estaba en los alrededores vendiendo libros o las fantasías que fabricaba. Le informaban por donde andaba.
En el barrio
Lago Timiza unos hijos de policía a quienes di trabajo para unos contratos con el gobierno distrital, colocaban rejas adonde se les daba la
gana sin importarles nada, y adonde por esa razón debí parar la labor hasta
conseguirme a otros. Una obra de tres meses, duró más de un año en realizarse
con el gobierno, y que en medio de semejante persecución terminé loco y con fracturas en la
columna vertebral, hasta que los sagaces perseguidores se quedaron con todo.. Todavía parece que la tuvieran casada, ya que no se cansan
disimuladamente de amenazar. Y lo bueno es que
me muestran la cara, y uno apenas ni siquiera les dice nada. Estas historias
valen más que cualquier otra cosa. Así, curiosamente en uno de esos días pude
ver que aquella muchacha tenía llaves y abría la puerta en otra casa que el
vecino tenía y que le vendió la casa a la tía como si fuera de ella. Vale decir que
cuando fui a colocar la denuncia en la comisaría del barrio que dije, por haberme
agredido, todos los que estaban allí parecían que me estuvieran esperando. No
supe qué hacer. Me había retrotraído más de veinte años atrás cuando el perro
de Román casi me castra, y al llegar a instaurar la denuncia todo un barrio
estaba allí dispuesto a solidarizarse con este. Así fue como tuve que salir de
aquella casa, y solo hasta ahora vengo entendiendo que es como de parentela. Ahora me saluda, y
yo me hago el desentendido. Así me pasó, con otro vecino que una mañana muy
temprano, me esperó pacientemente, me agarró por la espalda y en el cuello,
mientras con un dedo de sus manos, me hizo creer que tenía un revólver.
-Ahora si cucho,
diga qué es lo que sabe.
Entretanto miraba
para atrás constantemente hasta que me di cuenta que me percollaba y que con lo
que me amenazaba era con uno de sus dedos. Hizo el amague de
soltarme, mientras yo me escabullía y saltaba hacia el otro lado de la calle,
mientras un embolador que cada rato me salía cuando entraba a uno de los
negocios del sector, y a pesar que le decía que no me quería embolar, pero siempre insistía.
En la mitad de la avenida apareció como por arte de magia, haciéndome creer que se me iba a abalanzar, y que yo al verlo casi que en frente mío, le grité:
-¡Entonces! ¡HP!
-¡Entonces! ¡HP!
Una risa burlona y sarcástica fue la que vi.
Era haber si yo me devolvía y los carros me atropellaban. Era uno más de los muchos otros intentos de asesinatos perfectos, incluyendo la mordedura de aquel perro en esa casa maldita, donde esos personajes saben quién o quiénes los instigaron, y a cuenta de qué y por qué. Después que me vine obligado a Ibagué, luego de muchos suplicios, y de haber regresado nuevamente comencé a entender cómo era que se cometían los asesinatos perfectos. Tanto al uno y al otro los seguí viendo, como si no hubiera pasado nada, mientras a diario se seguían gestando otras confabulaciones haber que más me pasaba.
Y aquí, justo aquí, donde yo era seguramente un desconocido que hasta un amigo que ya murió cuando me vio se asustó, y me dijo:
-Yo pensé que estaba muerto, pues por aquí en Ibagué se oye ese rumor.
El amigo ya está muerto, y según unos murió de un susto, otros de una enfermedad en el hospital.
Y yo sin embargo, seguiré contando estas y muchas otras historias que me faltan por contar porque son ciertas. No importa que siga viendo a los que me zahirieron. Si no fuera así, estaría muerto.