Extrañas coincidencias



Es curioso. Para los que conocen a Ibagué, saben que es una ciudad donde se puede vivir tranquilamente, sin querer decir que no existen personajes que ronden dentro de esas mentalidades delincuenciales que tanto daño le han hecho a este país. Uno va por la acera de la calle 10 hacia Belén, y cuando pasa por una cafetería alguien lo empuja por detrás mal intencionadamente. Nadie se enojaría por eso. Pero cuando se da cuenta es uno de esos vendedores callejeros que vende sus revistas, pero que ya antes lo había visto por la carrera primera por el centro de la ciudad, y mientras charlaba con otro alegremente, tan pronto me vio, gritó:
- ¡Si pasa por acá, le doy cuchillo!
-¡Hágalo! Le dije.

Así cualquiera se enoja, porque ya sabe que uno está marcado con este personaje, y sin saber quién me lo ha enviado. Entonces decido que hay que pararlo a ver qué es lo que pasa. Al entrar a la cafetería a ofrecer sus revistas veo que ya se ha dado cuenta que lo estoy esperando, y que no se entienda que era para ir a los golpes o cualquier otra cosa, sino para increparle el por qué del empujón, y como hay dos entradas trata de evadirse por la otra.
Lo espero. Trata de salir sin ton ni son, y le digo a boca de jarro:
-¡Para qué me empuja!
-¡Ahora me la montó! Responde bravamente.

Es un muchacho apaisado que solo recuerdo haberlo visto ese día, pero que curiosamente han sido muchos los que han salido de ese sector aledaño a la plaza de mercado de la catorce, y que aunque poco frecuento por esos lados me parece que han habido muchas coincidencias. Y sale rápido, mientras escucho que con rabia desde el otro lado de la avenida ya llegando a la carrera tercera me grita:
-¡Cuando lo vea le doy cuchillo!
-¡Hágalo! Le grito desde cerca de la cafetería.

Me mira enojado, y sin embargo yo sigo con rabia sin saber a cuenta de quién me lo he ganado. Hace unos días  un antiguo compañero de estudio se le dio por preguntarme por el número telefónico de mi celular y curiosamente, justo ayer, el mismo día me llaman de Comcel  para ver si van a instalar una linea de servicio de  Internet, y como preparando el ambiente una muchacha me llama al teléfono para levantarme temprano a decirme que hoy no puede asistir a unas clases que presuntamente yo doy. No se quién sea, y además desde joven no doy clases. Y sin embargo en las calles  desde donde estoy escribiendo este blog, y muy cerca de una estación de policía me dicen profesor.

Profesor de qué, digo yo. Son coincidencias tan extrañas que cuando hoy iba por estas calles muy cerca de donde digo, siento que alguien muy disimuladamente me da un pequeño empujón por detrás como si lo hubiera  hecho a propósito. Cuando miro, veo a un policía antidrogas que va como afanado lo que me hace decir en voz baja y sin ofender:
-Será qué les debo algo.

Son extrañas coincidencias, pero como tuve la fortuna de haber cursado 4 años de derecho, y dentro de lo que recuerdo de esas clases magistrales con ilustres abogados que hoy son famosos, decían que cuando existen repetidamente varias circunstancias,  para el derecho probatorio se pueden configurar como pruebas, deduzco que no es casual. Tres o mas circunstancias que para los investigadores de estos temas, se les llama indicios, se pueden homologar a una prueba.

Para aseverar de que no es casual y que alguien lo que está haciendo es amenazarme disimuladamente enviando este mensaje, baste decir que de joven me sucedieron cosas parecidas en más de una ocasión, y que incluso ayer cuando vi a un ex amigo de las ideas que compartimos, se me vino a la cabeza que ese alguien desde muy arriba dentro de esas instituciones que se hicieron para proteger a los ciudadanos ha estado tras de mi como si fuera un delincuente.

La fama de haber sido "Autista" desde niño, y considerado extraviado de este mundo por esos mal pensantes que seguramente ven en un bobo a un delincuente, o por que los tiene embelesados con algún montaje de los muchos que han pasado en mi vida, y como si fuera de esos dioses uno tiene que estar mal por culpa de estos imaginarios de mala fe que hasta me han arrojado a al mismo pavimento de donde cualquier persona es difícil que se pare. Si hubiera sido ladrón o vicioso de la droga vaya y venga.

En este sector que digo, y desde donde comencé a escribir este blog para resarcirme del daño que en parte me hizo ese informante, sapo, o yo que sé, y además empujarme en plena vía publica, muchas cosas ha pasado en estos 50 años.

Hubo una vendedora de fantasías, que trabajaba en uno de estos almacenes que se le dio por dañarme mi rebusque de hacer artesanías, que era como si los dueños la mandaran a estorbarme, como si quisieran que me muriera de hambre. En Bogotá sucedió  lo mismo en San Victorino, como si el que digo estuviera estado interesado en sacarme del ruedo. Si hubiera sido ladrón,  ya andaría en esos pasos, y así muy seguramente estaría tras las rejas o en el cementerio.

Y en el lapso que llevo escribiendo este blog -hoy 10 de agosto de 2.016- vuelve y aparece en las horas de aproximadas de las dos de la tarde, y como si estuviera esperándome y sin que yo me haya dado cuenta en la carreta 2a. con 14 un vendedor aparece a hacer su provocación.
-Es un flojo dice, dirigiéndose a mi.

Le entiendo su provocación, mientras sigue gritando y gesticulando andando unos cuantos pasos hasta un panadería que queda casi en la 14.

Hace casi que unos 7 años recién llegado de Bogotá hubo otro de esos cuidanderos de carros que se me aparecía pidiendo plata como si me conociera. Así duró casi un año, mientras otro de esos mismos vigilantes de carros en la plaza de la 21 cada que iba a tomar algo para la sed se aparecía como si alguien lo mandara a provocar. Tenía mis propios perseguidores por cuenta de otro que incluso otros vendedores de calles cada que me veían en algún sitio allá llegaban para informarme que me estaban siguiendo. Sus historias como sus vidas de calles siempre mostraban el interés de aturdir psicológicamente que hasta incluso me sentí perseguido porque si quería evitarlos, me iba a otro sitio y allá se aparecían con sus historias baratas como si mi perseguidor personal les estuviera pagando para importunar. Incluso estaban repitiendo la mismas historias que con que otros en Bogotá hicieron lo mismo, que hasta perros y gatos muertos me arrojaron en las calles, y que se parecían a las mascotas que los vecinos tenían. Incluso una vez que perdí la razón por cuenta de unos tragos que tomé con un odontólogo ya pensionado con el Distrito de Bogotá  -Hernández- fui llevado en una camioneta platón de la policía a los cerros orientales, mientras me iba lastimando un dedo de la mano que en alguna ocasión usé para hacerle el signo de pistola a un vendedor de lotería de tez morena y cojo que cada rato salía a ofenderme en San Victorino. Sin darme cuenta que en la misma cafetería había cambiado de posición, cuando lo hice estaba allí sentada una agente de policía, y todo parecía a que aparentemente me estaban castigando por el signo de pistola que hice con mi mano al vendedor de lotería, pero que hábilmente me había escamoteado, y todo lo que hice sugería que era contra aquella agente policial. Me arrojaron en un cerro del oriente bogotano, y solo recuerdo que aquel gendarme se parecía a uno que había vivido hacía poco tiempo en el interior de lo que "El embrujado" ha dado en llamar "La Casa Embrujada"  Hay que decir que este tipo de trabajos se había gestado desde muy joven con unos amigos que me hicieron creer que medio país me perseguía cuando en realidad eran de muy cerca los que me enviaban dichos personajes y que incluso debo de decir que he sufrido más de 20 atracos en Bogotá, y que todos ellos en su mayoría fueron en sitios aledaños a donde permanecía, y nunca en los barrios populares que siempre fueron la fuente económica para mi subsistencia. Un trabajo que duró varias décadas y que en la casa que viví con una tía se sucedieron tantas otras cosas como si estos personajes hubieran estado enamorados de casas baratas de vecinos, pero que con los años y a fuerza de tanto desmadre de estos pintorescos personajes que salieron como brotados de la nada, entendí que el cuento de la casa solo era un parapeto para encubrir a otros que seguramente creían que yo estaba detrás de alguna herencia. El hijo de la tía con la que viví casi me mata dentro de la misma casa, y sin embargo como no denuncié, si no que la abandoné debido a que tenía además de todos los trúhanes del barrio, también tenía a mis propios vecinos del mismo interior donde vivía, que además de ser pensionados y trabajadores de la policía y de la brigada,  y que según parece en esos tiempos que se inventaron las vigilancias particulares, resulté zaherido en las tiendas donde compraba la comida, o las cacharrerías donde vendía al por mayor, me hicieron pasar como un vulgar ladronzuelo.
-Ud. no pagó la cuenta, decían.

Cuentas que en algunas ocasiones tuve que pagar doble, además que los que me compraban mercancías, como si alguien por lo alto hubiera dado la orden de no comprar nada de lo que ofrecía,  como para obligarme a pedir limosna, o...

Un vecino que había comprado una casa en aquel interior, y que queda a la salida de aquella "casa maldita" dejaba que un gatico negro maullara  como para llamarme la atención. En uno de esos días escabrosos como de los que comencé a contar,  y hastiado de la provocación dentro de aquel interior donde vivía -por los lados del Quiroga y el Centenario-  que salí a vender libros y revistas por el bario Santa Fe y la plaza de Paloquemado donde tenía muchos clientes para los libros que vendía, un motorizado que pasó como una ráfaga muy cerca de mí, frenó un poco y al frente de un negocio que había por la calle 23, muy cerca por donde pasan lo antiguos carriles del tren en Bogotá, dejó caer a un gatico parecido al que siempre veía en aquella casa maullando adolorido, y entre rebote y rebote, tal vez del dolor, el animalito murió ahí casi al frente mío en medio de la consternación de los presentes. Y aunque en un momento pensé que lo había hecho sutilmente para amenazarme, una coincidencia que se convertía en una amenaza psicológica y muy sutil y que por esos días leyendo los periódicos supe que así era como se timaba a los comerciantes en esos años. Y sin embargo hubo más de un perro muerto que frecuentemente comenzaron a aparecer en mi camino, tal y como ya lo conté en la plaza de la 28 en que cuando iba por uno de los negocios que hay por el sector, recién llegado de nuevo a Ibagué -7 años-  dejaron un gallo muerto justo en el andén por donde tenía que pasar para salir de aquel negocio, en esos tiempos en que cuando iba a algún sector inmediatamente pululaban los personajes que digo, con el fin de amedrentar; cosa que entendí porque en "La leyenda del dorado" en uno de mis cuentos literarios hablo de un gallo que no dejaba dormir a un dictador, pero que todos estos comerciantes y los muchos personajes que digo, como si en verdad yo fuera el escogido para saciar sus rabias o sus melancolías burlándose del prójimo, mientras hay otros que trataron de matarme en vía pública tal y como lo conté en alguna ocasión de un vecino que casi me hace atropellar por un carro en la autopista del sur de Bogotá.

El personaje que digo se aparece adelante de mi después del que me amenazó, y se pasa al otro andén de la carrera 2a. y me vuelve a gritar:
-¡Le van a dar cuchillo! Señalando con su dedo hacia la plaza de la catorce.

Yo simplemente quedo alelado. Tal vez, hace más 20 años que una tarde estuve por allí queriendo ser comerciante, en una madrugada de un domingo, en que compre unos gajos de plátanos a un mayorista, mercancía que logré vender toda casi que hasta las 7 noche, recién que me vi obligado a abandonar por primera vez la casa que "El Embrujado" decía, para después salir a Venezuela. Debo de decir que solamente sucedió esa vez y nada más, y que las demás veces que he ido ha sido de paso a comprar algo o tomarme algo, por no decir que cuando estaba muy joven allí era donde iba a comprar frecuentemente mercado cuando no iba a la plaza de la 21.

Algún personaje de esos siniestros me lo echó. Lo mismo puedo decir de la imagen con que inicié este blog. Los números que coloqué en esa foto han sido utilizado por otros habilidosa mente por otros en las calles y de forma sugestiva. Cuando comencé a publicar por Internet "Los poemas del amor y la locura" y los quise convertir en un libro en Lulú.com, fueron de manera aleve siempre truncados por el administrador del café internéi en el once. Estaba hasta ahora aprendiendo a manejar Word y no entendía porqué pasaba esto. Después que los pasé al portal que digo, en PDF para ser exactos, solo en una ocasión cuando aparecía en Internet estuvo bien redactado. Esto solo duró unos pocos días, pues mi hacker particular lo volvió a dañar en el poema 11. Duré casi que un año tratando de corregirlo para que el libro se viera bien, y no. Tuve que quitar el libro de mi página del blog que digo. Después fueron sucediendo cosas que incluso antes de sucederse en esas calles personajes siniestros o dueños de negocios me informaban de lo que iba a ocurrir, como si fuera ese número la maldición gitana. Caí en la cuenta, y así lo vengo contando, que estos personajes nada tienen de brujos, sino que esos ladronzuelos de sueños que fingiendo que son otras cosas entre el vulgo común, se valen de subterfugios para amenazar a las personas. Yo que viví el "Delirum Tremens" y que fue inducido mediante situaciones siniestras que tuve que vivir a través de los años, y desde muy niño, debo de decir que así son los montajes que se les hace a las personas para enloquecerlas o matarlas, mientras estos granujas se le burlan a uno en la cara. Vino la publicación por parte mía del blog "La leyenda del Dorado ", y en medio de situaciones falaces, mientras yo estaba bien ido de la cabeza, y surgieron otros tipos de circunstancias que mis supuestos perseguidores quisieron hacerme creer en las calles, que lo que sucedía era por culpa mía. cuando comencé con "Los Silenciosos"  un antiguo compañero de estudios de San Simón en los años que recibimos clases en la jornada de la tarde por el profesor Santofimio, me esperaba con otro supuesto vecino de estos lados dándome una patada en un tobillo, mientras me gritaba:
-¡Marica!

Por ahí me lo encuentro frecuentemente. Ya me habían botado una noche en la plaza de la 28 un gallo muerto, y ahora estos fantasmas escabrosos insistían en continuar amenazando, hasta que me vi obligado a no seguir publicando dicho libro porque siempre algo pasaba cuando escribía algo que incluso un policía se apareció después que escribí uno de los capítulos con el cuento de que se estaban dando escándalos por cuenta de una familiar, y así me recordó cómo aparecieron otros gendarmes en la "Casa Embrujada" enviados por una vecina esposa de un agente de la ley con el cuento de que se estaban dando escándalos.  El mismo hijo adoptado por la tía en aquella casa me amenazaría con ellos. Si hubiera sido un delincuente vaya y venga, pero no. Hay que decir que con el tiempo entendí que estuvieron sicológicamente amedrentando con el día y mes de la fecha de mi nacimiento. Por último,  y como para completar después del accidente de una familiar, estas ideas que vengo esbozando como coincidencias, y tras otros tormentos psicológicos de estos personajes que digo, donde mediante la intriga hicieron que quedara en la habitación de un hospital en Ibagué en una habitación cuyo número doble era el doble del doble, Ahí lo pueden ver en la foto.

Son intrigadores y maliciosos. Para ello se valieron de empleados y vigilantes. Estos mismos parecen ser esos acuciosos personajes que están pendientes a ver cómo pueden amedrentar a una persona.

En otra ocasión contaré si se puede, otras historias donde estos falaces son capaces de atormentar y amedrentar, pueden crear en el subconsciente de todo un vecindario o de todo un pueblo, mentiras aberrantes para desgraciar a cualquier ciudadano.

Sus lenguas son unas verdaderas sartas de mentiras. Y además, son peligrosas.