Familias enfermizas

Se imagina una familia actuando de mala fe contra otra persona como si en realidad tuvieran un negocio particular contra ella. Nadie lo cree, pero es cierto. Digámoslo  de otra manera: "Uno cualquiera de esa familia se lo encuentra casualmente en la calle, e inmediatamente le avisa a su familia enfermiza para que otro llegue de visita, y se lo de a entender". Y claro que ese encuentro que siendo casual, esta familia que digo quiere enviarle su mensaje de amedrentamiento. Son familias dispuestas a trabajar en grupo tal y como lo hace la delincuencia, o porque no decirlo lo hacen también personajes de ley con el fin de amedrentar. Supongamos: "Ud. se sienta a tomar una cerveza en una cafetería, mientras un desconocido lo vigila a ver qué es lo que hace". Como nota que está observándolo insistentemente, y porque de antemano este personaje sabe que le están haciendo un trabajo de sicología desde hace años, donde esos personajes hacen esos viles trabajos en que todos se confunden sin saber como aquella  historia del huevo y la gallina donde todavía nos preguntamos quién fue primero: ¿El huevo, o la gallina?
Cualquiera que sea. indistintamente están trabajando mancomunadamente, que en las calles el cual más sale a divertirse de lo lindo para zaherir o a amedrentar. Los que no saben de estos trabajos, es bueno que lo sepan. Mediante el susto o la amenaza subrepticia siempre se han cometido delitos que incluso hasta muertos por un infarto ya se han dado. Y lo peor es que toda una familia participe dentro de ese entorno en la creencia que siempre van a lograr sus propósitos sin que nadie los descubra, fuera del que está siendo amenazado.

Decía que tomándose dicha cerveza, este decide darle a entender que está cansado de que se le aparezca de manera consuetudinaria como si algo le debiera. Es más, la misma dueña del negocio también parece participar del incordio. Su empleado cada que llega se le acerca y comienza a hablar solo, casi que de frente, como ofendiéndolo disimuladamente y burlándose cada que lo ve llegar. En ese discurrir de aquel entorno todos parecen que algo les debiera. En fin, llega a la casa y la encuentra toda patas arriba, tal y como lo hizo con la cerveza que la puso al revés sobre la mesa, como si le fueran dando a entender que está siendo vigilado. Son extrañas coincidencias que parecen repetirse a través del tiempo, como cuando en Bogotá una vecina le contaba a un familiar cercano todo lo que aparentemente decía en las calles de San Victorino cuando toda una parranda de sinvergüenzas de vendedores ambulantes y ladrones, salían a provocar y a gesticular como si algo les estuviera debiendo en aquellos tiempos en que el país estaba sumido en una especie de caos y de miedo a cuenta de esos imaginarios que aparentemente se tomaron en medio de esas vigilancias privadas lo que querían por cuenta de otros, porque resultaron siendo los mandamases que decían a quién había que zaherir. Algo que todavía el autor no entiende,. mucho menos cuando todo parecía indicar que estaban siendo mandados por esos imaginarios de mala fe que conocían y saben todo sobre las vidas personales de cualquier ciudadano del común.