Historias de hostigamientos y persecuciones (Parte 2)

Llegando al barrio Libertador

Decía que aquel chófer que me gritó y que casi me deja sordo, hizo que tuviera  una terrible rabia por la falta de respeto hacia  sus semejantes, y a sabiendas que lo hacía por cuenta de otros. Un mandadero. Hace poco se lo dije a otro:
-Me dijeron que es informante.
Y lo hice a propósito. Una vez por la 21a. pasó y me saludo de una manera tan provocadora y burlesca:
-¡Ra ta tá!
Como si me estuviera hablando de una ametralladora de manera risueña que incluso siempre que nos hemos encontrado nunca le he dicho lo que me ha dado a entender. Lo conocí recién llegado a Ibagué, aunque creo que éste también lleva el mismo tiempo viviendo aquí, así como otros que he conocido. Ibagué, además de ser una ciudad amañadora los que llegan quieren quedarse. También hay otros que hablan de sus desencuentros con la vida en medio de sus abjuraciones que a veces se parecen a los paladines de la libertad donde los ladrones no tienen cabida, pero que en esas historias de hostigamientos y de persecuciones uno cree que bien pudieran ser ellos mismos los que las hacen aparentando de que son perseguidos. 
En realidad mediante estos blogs, uno va sabiendo que tiene sus propios perseguidores que actúan a cuenta de otros como si lo conocieran tan bien, que incluso a veces uno cree que son se familia.
Estuve hace algunos años -casi que veinte- en un día muy particular, tras un hermano medio, por la calle 11 con carrera 18 o 17, casi que diagonal de lo que fue la plaza España que en su tiempo fue la plaza de mercado principal y mayorista de Bogotá, y que después fue trasladada a Patio Bonito donde además tuve un tío por parte madre, que trabajó allí después de haber huido de esa violencia que se dio en el campo de nuestro país, y que según me contó tuvo que dejar sus bienes en Villarica (Tolima) para que otros se quedaran con ellos a cambio de que quedara vivo con su familia.
El hermano que digo, cuando estuve ido de la cabeza y después de haberme enloquecido e intentado matar arrojándome a un carro en la carrera 10a. con 11, y de estar haciendo un contrato con el Distrito de Bogotá relacionado con el cubrimiento de unas rejas en el Lago Timiza, ya que supuesta mente debí de ser drogado por alguna sustancia sicótica por una de esas manos anónimas que uno se encuentra en cualquier rescoldo de esta metrópoli cuando alguien sabe que sus familiares que teniendo bienes económicos no quieren que algún supuesto hijo pueda heredar o exigir algo de ellos, y mucho menos. cuando hay hermanos medios e incluso tíos y muchos otros familiares y allegados comerciantes que en esas solidaridades y con miembros de autoridades venales y en esos tiempos que ensombrecieron la faz de este país, actuaron en contubernio con estos personajes particulares que también se creyeron de ley como si fueran los mandamaces en un país que por esos destinos de nuestros gobernantes metieron a participar a todo un pueblo en un conflicto que solo a ellos les atañía combatir   
Tenía ya, mis varillas en la columna vertebral y estaba recién salido del hospital de la Hortúa, y además todavía escuchaba voces, mientra que esos informantes que digo también provocaban a sabiendas que si lo hacían en grupo y a mansalva lograrían sus propósitos rufianescos. Un trabajo ruin por cuenta de esas mentes que la sociedad no debería gestar porque aparentando ser de buena ley, uno termina desconfiando de aquellos que por su posición a uno lo deberían proteger. No existen pruebas, pero así fue como con el rumor lograron que me saliera más de un delincuente en estas calles sin nombres, y si el autor quisiera hilvanar los personajes que me han salido no solo en estas calles de Ibagué, sino en las de Bototá, e incluso corroborando cómo  en Venezuela el autor sufrió ese hostigamiento perverso y avieso por cuenta de unos miembros de esas autoridades que bien parecían estar trabajando por cuenta de esos intelectuales que supuestamente deberían de haber Estado en lo alto del curubito gubernamental y picaresco donde la sicología y el amedrentamiento estuvo al orden del día contra una persona que nunca ha sabido de dónde salieron estos aparentes rufianes de estado, y así se comprobaría un complot extraño como si en realidad hubiera sido un fugitivo o un secuestrado sicológico  por cuenta de estos personajes que a uno lo han tenido marcado dentro de esos organismos estatales.
Si el autor hubiera sido u delincuente, tal vez estaría muerto desde aquella juventud lejana cuando sin comprenderlo, muy posiblemente con los que anduvo tanto en el comercio como con los amigos, muchos de ellos actuaban por cuenta de otros. Un estigma que posiblemente solo lo saben los que han participado, pero ... Lo que uno ha vivido por cuenta de estos desgraciados que tienen  como costumbre trabajar con el cerebro de lo demas para enloquecer y amedrentar, se entendería cómo algunos mueren en accidentes de tránsito, o cualquier bribón le sale en cualquier negocio a decirle cualquier canallada para provocarlo, y así en medio de una trifulca:
-¡Zas!
Tome, pa´que lleve. Asesinato perfecto en medio de una provocación donde el que muere es la víctima, y para los demás es el victimario que murió por cuenta de su locura, mientras que el que lo mató lo hizo en defensa propia, mientras todo mundo sabe con el rumor que han regado que existía un complot. Algo parecido a aquella novela de García Marquez donde Nassar ya estaba condenado a morirse porque era vox populix. Esa es la idiosincracia que ha hecho tanto daño en este país que en su tiempo en el exterior se creía que teníamos una constitución para ángeles.   
Se supone que si alguien tiene algo contra una persona, bien puede acudir ante la ley para denunciarlo. En cambio esos personajes han salido a hostigar y ha amedrentar que uno a veces se pregunta si es hijo de un delincuente o de una persona que algo le debe al estado.
Yo me temo que hace parte de esas confabulaciones que en este país se hacen contra particulares por cuenta del estado, o que algunos de ellos sabiendo de esas marcas, o conociendo tanto a los familiares se dan el derecho de hostigar a alguien dentro de esas cadenas de persecuciones, donde los más débiles terminan pagando los platos rotos de otros. Y lo paradógico, cuando uno ata cabos, se encuentra con familiares y amigos muy cercanos, que incluso pareciera que la ley siempre ha sido para los de ruana. Muy terrible que a estas horas de la vida, a uno le entren esas dudas existenciales, porque termina desconfiando hasta de los que se encargan de hacer que se cumplan las leyes que nos hemos dado mediante el voto popular. 
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