Historias de hostigamientos y persecuciones


Nadie puede creer que existan gentes que dentro de sus imaginarios sean tan aberrantes que como crápulas se complacen en amedrentar por las calles a aquellos que ciertos personajes que pareciendo ser de ley no son más que los chupa sangres amenazando a sus víctimas que han sido señalados por ellos mismos. Este es un país de gentes inoficiosas que son capaces de inventarse cualquier cosa a falta de no tener nada que hacer. Yo los llamo muérdagos. Son viperinos que no tienen ningún escrúpulo en amenazar de frente y delante de otros, como si en verdad estuvieran haciendo una labor de canallas .
Son esos personajes que haciendo las veces de sapas fustigan con sus lenguas viperinas a cualquier desprevenido transeúnte, y es entonces cuando uno cae en la cuenta que así actúan los delincuentes aparentando ser otra cosa.
El autor ha utilizado esta foto tomada cuando llegaba al barrio Libertador en el mismo instante que pasaba un taxista qué de manera deliberada me gritó en son de provocación:
-¡Marica!
Y burlándose siguió manejando su carro con los pasajeros que llevaba. mientras yo le gritaba:
-¡Desgraciado!
Y claro que esta es una de las muchas provocaciones a que he sido sometido en las calles pero que uno entiende que está siendo vigilado como si fuera un delincuente, o porque no decirlo éstos andan disfrazados de taxistas. Aquí en Ibagué ha sido frecuente. En Bogotá lo viví con carros particulares parecidos a los de los vecinos que los dejaban en el interior de aquella casa que "El Embrujado" ha dado en llamar casa maldita o embrujada   y que después sus chóferes se le aparecían en algún barrio donde estuviera trabajando y le gritaban cualquier cosa en son de ofensa,
Hasta me han gritado,ladrón, asesino, vago, degenerado,que incluso hasta a veces tratan a uno de hacerle creer que cuanto pasa en el país es por mi culpa, ya que a veces hasta política le meten a sus provocaciones como para justificar, y éso contra una persona que es incrédula de los grupos políticos que solo vota en las elecciones por ese deber cívico que como ciudadano sabe que goza de dicho derecho.
-¡Hey! ¡Veinte fulleros! ¿Cuánto se van a ganar por su labor de sapa?
Yo no me subiría en uno de esos taxis si supiera que este conductor fue el que me gritó por la calle alguna ofensa, porque tal y como me pasó en Bogotá donde en una ocasión me encontré casualmente bajándose de un taxí  a aquel "Ojo azules"-que incluso pueden ser de otro color- pero que en un domingo muy temprano de la mañana cuando ya sabía que debía de salir muy temprano de la casa porque durante toda la noche estuve armando unas fantasías, y tenía que surtirme de herrajes en San Victorino a esas horas, y que quiso cometer su asesinato perfecto conmigo, historia que ya lo contó "El Embrujado" y yo también en algunos de mis blogs.
Fue entonces cuando me dijo;
-Súbase al taxi, y así acabamos con este negocio.
A mi muchas meces los que me han amenazado en las calles después han salido como mansas ovejas como para distraer, aparentando que lo único que hacían era pura mofa o broma.
Qué durante años de años a veces las provocaciones sean bien orquestadas en un mismo sentido donde en un mismo día grupos de personas o dueños de establecimientos comerciales o sus empleados, o gentes de calle decidan repetir el mismo hostigamiento como si alguna autoridad a la que yo he dado en llamar "mi gendarme particular" los estuviera programando. Desde que comencé a escribir por Internet han tratado de repetirme lo mismo que digo como denuncia, que incluso en algunos de los relatos que escribo o los que también "El embrujado" cuenta, otros aparecen como si tuvieran que ver con las conspiraciones que he venido contando. Quisiera haber escrito sobre otros temas, pero sucede que desde que me conozco me han venido sucediendo extraños montajes y manipuleos sicológicos como si una extraña marca se cerniera desde que tengo uso de razón. Es más, tal vez nadie sepa cómo puede andar una persona asustada por cuenta de otros o porque dentro de su cerebro le van creando un miedo metódico que pareciendo ser de ley, no es más que la injusta aberración de delincuentes que están disfrazados, y a cuanto vulgar esquirol que vean se lo arrojan con el ánimo de vilipendiar. Hace años eran comunes las amenazas donde le enviaban a algún funcionario público un sufragio para amenazarlo, para que de esa manera estuviera obligado a abandonar el cargo, pero por la experiencia que uno ha vivido y por las investigaciones que han hecho las autoridades policiales que han sido públicas, se han encontrado con que los autores de semejantes amenazas eran ni más ni menos que los mismos compañeros de trabajo. Ejemplos hay muchos. Y también muchos han emigrado al extranjero, pues esas constreñimientos sicológicos destruyen no solo el bienestar de dichas personas y las de sus familias. Los que no podemos hacerlo solo nos queda con conformarnos y esperar en qué momento lo van a hacer, o que incluso lo hagan contra un familiar, y después se sepa tal y como sucedió con el asesinato y secuestro de una parlamentaria hace algunos años, donde los investigadores terminaron comprobando que la autora intelectual era su misma hermana. La envidia y la rapacidad de hacerse con lo que no les pertenece llevan a muchos de estos ambiciosos a cometer sus felonías en un país que ha sido plagado de una violencia cotidiana que generaciones enteras se han formado en ese medio, que incluso es vox populis que existen familias enteras donde si acaso hay uno o algunos de sus miembros, que son la excepción, porque todos tienen esas mentalidades delictivas.
Una vez fui adonde un amigo a que me hiciera el favor de prestarme una plata para pagar los intereses que debía en una prendería por un reloj empeñado, y al momento de irnos a una cafetería a tomarnos un tinto, fuimos detenidos y llevados al D.A.S. que quedaba en la calle 12, justo al frente del colegio donde yo estudiaba en el bachillerato nocturno de la universidad Gran Colombia.
Un montaje escabroso que se seguiría en esos tiempos tan lejanos donde comenzaron a llegar cartas en que me invitaban a unas unas becas de los Estados Unidos para que estudiara Inglés, pero que al ir a buscar la dirección en pleno centro de Bogotá con un amigo que fue chófer toda su vida, no existía ninguna oficina de éstas.  Era como si mi gendarme particular hubiera tenido algún negocio conmigo, pues con los comerciantes y políticos de diversas índoles que anduve, nunca les pasó nada de las situaciones personales que he vivido, que ni una amenaza que yo sepa tuvieron desde jóvenes.
Una noche, cuando trabajaba en el magisterio en Bogotá, y que llegaba a la casa de la que he dicho, fui abordado por unos hombres que parecían ser de la defensa civil, y llevado en su carro, mientras me preguntaban qué hacía y de qué vivía, a sabiendas que todo mundo sabía que era docente y me ayudaba vendiendo mercancía en los barrios de Bogotá. Lo sabían. Después de muchos años al regresar de Venezuela a dicha casa, y después de haber muerto la tía atropellada por un carro, un vecino colocaría el mismo carro al frente de la casa-eso creo- como si de esa manera me estuviera recordando lo que había sucedido en esos tiempos tan lejanos, en que me vi obligado a abandonar por primera vez la casa cuando me vine casi que del todo para Ibagué  hace como 24 años, y después salí para Venezuela.
Estando trabajando unos pocos años antes en el magisterio, otro carro me atropellaría y me dejaría una marca en una de mis piernas cuando el conductor me lo arrojó adrede en la avenida 1a. al frente del hospital de la Hortúa tras haber acompañado a una compañera de estudio a su casa. Y solo los fantasmas que lo hicieron lo sabían, pero que después de haber estacionado otro carro parecido al frente casi que en la puerta de la entrada de la casa maldita, recordándome que ellos lo habían hecho. Son los miedos inducidos a lo que han venido jugando estos personajes que bordean en la delincuencia, durante años de años, que ahora con estas historias que estoy contando de aquel conductor y otros que me han salido a provocarme y a gritarme por las calles me dan a entender que he tenido mis enemigos particulares sin saber porqué, y desde muy niño.
Yo iba en ese momento que digo hacia el barrio El Libertador -ocho días antes del domingo que pasó-.y que la foto que colgué en esta página es para indicar en que sitio exacto este chófer de taxi se apareció en mi camino para provocarme justo cuando acababa de tomarla. ¿Qué haría Ud. si permanentemente es víctima de estos personajes que le gritan y lo amenazan sobre todo en sitios desolados de la ciudad?  O más bien, que cuanto vigilante de carros en cualquier plaza de mercado o en cualquier sitio se le aparece y comienza a provocar, sin Ud. conocerlos y sin saber quiénes son.  Y claro que ahora después de más de cinco años de vivir de nuevo en esta ciudad ya los estoy conociendo, pues antes no sabía ni quiénes eran, o de donde habían salido. O mejor, Ud. se va a tomar unas cervezas en cualquier sitio de Ibagué, o se mete a cualquier café Internet tal y como me sucedió en Bogotá  muchas veces.
Por lo general me iba a pie desde San Victorino hasta la casa, ofreciendo en ese entonces los libros que vendía puerta a puerta, y comenzaba la parodia. De San Andresito y otros centros comerciales salían personajes a provocar de una u otra manera ofreciendo sus cachivaches que eran diferentes a los que yo vendía, y por cualquier razón fustigaban con sus lenguas. En más de una ocasión fui zaherido físicamente, mientras hubo otro tiempo en que si entraba a algún lugar aparecían gendarmes a pedirme papeles, o se hacían los confundidos en son de burla. Y no es que se trate de indilgar esa labor de vigilancias que están constituidas por el Estado para proteger a los ciudadanos, sino que parecía más bien una especie de amedrentamiento como para hacer creer, de que era un perseguido. Después que me fracturé la columna vertebral y que tuve que fugarme de aquel hospital que antes dije, adonde estuve recluido más de dos meses, soportando otra serie de montajes, y de haber decidido investigar en la biblioteca Luis Angel Arango, para entender qué me había pasado, y en qué consistía la esquizofrenia, que según los médicos era lo que me había provocado un temor irresoluto, sin ellos saber de las torturas sicológicas que otros estaban haciendo en las calles, y para comprender mejor en qué consistía que todavía escuchara voces y voces amenazantes de distinta índole que parecían salir de mi cabeza,  comprobé que estos perseguidores además de estar haciendo su parodia, tras ellos existían otros más oscuros y perversos que sabían cómo matar a los que estuvieran en esos estados mentales. Nunca se me olvidara cómo fue que escuché la voz de un ser querido al salir en una madrugada de la casa a tomarme un tinto en un lavadero de carros, y donde todos estos chóferes parecían saber lo que me estaba pasando y a lo que estaba siendo sometido. Tras bambalinas alguien o algunos me querían matar a punta de sustos, a sabiendas que si no contestaba a las provocaciones, podrían inducirme al suicidio. Asesinato Perfecto. Al leer algunos libros sobre alcoholismo y delirium tremen comprendí que por éso, algunos se arrojan a un carro para matarse, u otros los ayudan con un empujoncito para que así parezca un suicidio, que incluso distinguí que la voz de esa madrugada podría haber sido producida por un emisor de ondas con frecuencias inaudibles para la mayoría de las personas, pero en el caso mío que tenía varillas en la columna vertebral, éstas servían de receptoras de esas ondas hertzianas de alta frecuencia, voz que sentí como si una ráfaga de viento hubiera pasado por mi oído, En la casa que digo, una vez escuché la voz de un ex-gobernante que en tono hilarante me gritaba que lo tenía que ayudar, libros que me ayudaron a constatar la persecución de la que estaba siendo objeto, porque probablemente eran grabaciones que adrede me la colocaban desde otro lugar para que yo pudiera escuchar sus discursos coherentes, que no encajaban con lo estudiado en aquellos libros de siquiatría, y que dichas emisiones bien pudiera haber sido desde alguna estación de estas frecuencias y que el autor supone que pudo haber sido de la que hay cerca de la casa en mención. Así entendí que me querían enloquecer o matar. Una vecina y esposa de un gendarme en alguna ocasión se llevó de niña a una hija a una fiesta donde los policías daban los regalos de navidad para sus hijos, pero cuando la trajo de regreso a la casa, ésta lloraba porque mientras que a los demás niños les dieron sus regalos a ella no, lo que un poco tiempo después el comisario Rincón le hizo caer en cuenta al "Embrujado" que su hija la tenían secuestrada. Y vale decir que en esos trabajos de sicología donde las mismas familias que digo, hacen sus trabajos de sapas, ellas mismas le van creando el temor a sus víctimas mediante amenazas sutiles, lo mismo que cuando a alguien le hacen creer el cuento de que está siendo perseguido por ley, y éstos mismos le hacen creer el cuento de que está loco, y lo encajonan en esos estados mentales esperando el momento propicio en que lo puedan matar con sus asesinatos perfectos mediante sus sapos que tienen en las calles para así lavarse las manos como Pilatos, Aquella vecina que digo, además de haberme dicho que tenía un familiar experto en comunicaciones tecnológicas. me dio la prueba suficiente, pues afortunadamente estando en Venezuela estuve por mi cuenta adquiriendo conocimientos de electrónica, y por que con una amiga en un trabajo que le hizo al Distrito en Bogotá, le ayudé a construir con uno de sus hijos un emisor de frecuencias para espantar moscas basados en unos planos conseguidos en el I.N.E.M .
En fin, lo dicho en los libros  de Siquiatría no concordaba. Las voces que uno escucha si está en ese estado de esquizofrenia son voces que no corresponden a personas conocidas ni mucho menos son concordantes e iguales a las de aquellos vecinos que hicieron sus labores de inteligencia en aquella casa maldita, y que incluso en los días que estuve demasiado ido mi mismo, si escuche voces incoherentes y amenazantes sin saber de dónde salían, que me atrevo a afirmar que algunos de esos personajes siniestros me drogaron sin yo darme cuenta de ello.
Aquí en esta ciudad hubo otros que de manera real echaron sus discursos, personajes obtusos y re-malos que con sus discursos parecían vociferar contra uno, como si hubieran estado en esas escuelas de teatro donde aprenden a vociferar y a amedrentar e incluso a atracar-eso creo- en un país donde unos cuantos malos hacen que una inmensa mayoría paguen sus canalladas por estos, porque así es como hacen los lavados de cerebros, y así le van creando la paranoia a sus víctimas, que cuando alguien intenta a uno saludarlo, uno cree que lo van es a agredir, ya que uno viene comprendiendo que este tipo de trabajos no se pueden hacer si no hay de por medio todo un grupo bien orquestado.
Llegando por esas calles a la casa, tuve que sufrir en alguna ocasión el amedrentamiento físico donde pocos días después de haber ido a uno de esos locales a tomarme una cerveza y a descansar un poco, cerca de donde hay un centro de mantenimiento para los carros de la policía en el barrio Eduardo Santos, volví a ver de nuevo y un poco mayor a aquel vecino dueño del perro que en una ocasión casi me castra y mata, tal y como me lo dijo el médico que me atendió ese mismo día en medicina legal, pero que otro familiar suyo lo asumió como si fuera el dueño del perro, que seguramente lo hizo para que su cuñado no resultara implicado ya que era un gendarme, y que seguramente después de haberse pensionado ahora se dedicaba a las labores de mecánica en alguno de esos talleres de mecánica de carros tal y como lo hizo otro perrata por estos días y de noche aquí en Ibagué, mientras escribo estas lineas.
Salgo de un negocio después de haber escrito algunas lineas por Internet y haberle ofrecido a un cliente una gaseosa. adonde a una de las meseras que atienden, le dije en son de broma en alguna ocasión:
-Mire paisana, le pago de una vez y adelantado. porque hoy no quiero hacer conejo.
-Sobre todo Ud. paisano, y en un sitio como este, dándome a entender que el sitio era frecuentado por  autoridades.
Así, me lo dijo el supuesto hijo de la tía el día que casi me mata cuando rompió los vidrios de la puerta de la entrada de la casa en Bogotá, y me golpeó sobre uno de los hombros y los colocó en el pasillo para tirarme con el peine de su mano sobre el hombro izquierdo, en el mismo lado que  "El Embrujado" ya contó en sus crónicas cuando contaba que todavía se le dormía el lado izquierdo de su cuerpo después de la operación de la columna vertebral.
Después de haberme aporreado, me dijo:
-Espere le llamó a la policía.
Hacía unos días ya habían ido estos aduciendo que había escándalo en la casa, a sabiendas que de mi parte no existía ningún alboroto, y a éstos por el contrario los veía frecuentemente en el Restrepo o en la estación de policía que queda cerca de la casa.
-Yo tuve que huir.
Al tratar de denunciarlo en la misma comisaría a donde muchos años de años antes al ir a denunciar al dueño del perro que me había mordido en el escroto de los testículos, me di cuenta que todos los que estaban eran de los mismos vecinos tal y como me sucedió en esa ocasión, y que seguramente sucedería lo mismo que cuando fui a denunciar al supuesto dueño del perro adonde en solidaridad todo un grupo de vecinos se aparecieron a apoyarlo. Yo era el que agraviaba. Huí de aquel lugar asustado, porque supuestamente la ley era para los de ruana.
Después de salir de aquel negocio y cruzar a la cuarga Estadio y al pasar por el parque que hay unos perros alborotados me salieron en son amenazantes, mientras graté de espantarlos, mientras éstos me rodeaban como si hubieran visto a algún intruso que se cruzaba en sus caminos. tuve que acudir a un palo para quitarmelos de encima, aunque me di cuenta que no eran de peligro, mientras su dueño desde lejos y en la acera del parque que queda cerca y al frente del barrio Santander-Estadio su dueño los miraba.
-¡No me los auche! Le grité.
Se enojó. Y ahí me dañó el rato.
Los Espantó. Yo traté de seguir para llegar a la casa, y vi que este golpeaba con uno de pies el piso fuertemente, que hizo que estos se abalanzaran sobre mi nuevamente,
-¡Lo ve! me gritó. Yo no se los estoy arrojando.
-¡Miente! Le dije, enojado, al saber que los tenía amaestrados.
Una provocación que ya otro de calle me había hecho por los lados del Exito, y no había transcurrido más que un día, como si alguien quisiera que no continuara contando estas historias, y que me dijo como si fuera el que le estuviera dando un trabajo a su empleado, o le estuviera regalando el dinero:
-¡Otra vez borracho!
-¡Es que me está manteniendo! Le grité enojado.
Entonces se devolvió en tono amenazante, mientras yo le gritaba:
-¡$apo!
Se agachó al piso, y me tiró una piedra pequeña, que son de las mismas que siempre utilizo para espantar a los perros que a veces le salen a uno en estas calles, y me la arrojó; mientras yo le gritaba unas cuantas  palabras y este también, que incluso creí que se me iba a abalanzar, pero que arrepentido se devolvió.
Era uno de esos que andan por las calles buscando a sus víctimas, pero parecía bien informado, pues acababa de tomarme una cerveza, mientras veía el final de un partido en una tienda en Atolsure, y que por ésto sabía que me estaban vigilando en las calles, como si tuviera mi gendarme particular o de familia, por que hasta a veces me han repetido cosas que yo he dicho, o tal y como me pasó en Bogotá que a veces gentes  me salían con improperios, justo en algún restaurante o negocio que me hiciera recordar a algún familiar o conocido, como diciéndome:
-Por fulano, o perencejo, lo estamos haciendo.
Y claro que también dentro de mis sospechas, cuando éste se devolvió, pudo venirse a atracarme, y cuando vio que un matrimonio venía por la otra acera decidió devolverse aparentando tirarme la piedra enojado.
Al otro, por la verja de la casa algún desconocido tiraría una piedra pequeña para que la viera tan pronto fuera a salir por la mañana.
Son trabajos de sicología aplicada.
Nunca entendí el porqué estos vecinos que llegaron a vivir en aquel callejón en el barrio Centenario. uno para ellos era como su enemigo, y que en  mi ignorancia se lo achaqué al hecho de haber pertenecido hacía muchos años, a uno de esos grupos juveniles de izquierda, cuento que me comí durante casi la mayor parte de mi vida, que ahora con los años uno acaba por entender que todo parecía a que fuera un extraño negocio de familia en un país donde muchos de estos malos ejemplos de ley actúan en contubernio con particulares,
Incluso muchos años después cuando regresé a aquella casa, su cuñado y el hijo de éste, y demás familiares y amigos suyos me saludarían. Fue en esos días que fui agredido en esas calles al salir de uno de esos negocios adonde iban muchos de estos mecánicos y donde muchos conductores de taxi también llevaban sus carros para que se los arreglaran. E incluso uno de estos mecánicos se parecía parecía mucho a un primo de Purificación, y que según entiendo ahora vive en los Llanos Orientales. Aquel que dejé de ver durante años, y cuyo pero casi me castra, como si hubiera sido preparado lo acababa de ver en aquel negocio que dije. Hablaba de lo mucho que los servidores del gobierno tenían que sufrir para defender el Estado y contaba las historias que había asumido en defensa de las instituciones, y me miraba como si fuera su enemigo. No pasaron dos días cuando saliendo de uno de esos negocios sentí el pánico y e miedo al ser agredido por dos truhanes que salieron en medio de la oscuridad sin siquiera ser todavía las ocho de la noche. Un hombre y una mujer jóvenes. Aunque volví una y otr vez durante mucho a aquel sitio nunca entendí lo que me había pasado, pues siempre tenía la precaución de mirar a los lados, y nunca vi el peligro, justo donde la avenida 27 sur y la avenida primera en pleno centro de Bogotá se encuentran. Incluso hubo una tienda en que muchos años entre a tomarme algo, detrás de una intersección que hay entre dos calles cercanas, donde uno se encuentra que no puede haber ningún peligro. terminé por comprobar que aquellos dos personajes tuvieron que salir de uno de esos talleres a agredirme y ha intentarme matar. Sentí miedo. Lo curioso era que parecía que me estuvieran preparando sicológicamente. Unos días antes, mientras una familiar había llegado a la casa de visita con un ser querido, recordamos cómo de niño en Ibagué jugaba con las sombras de mis manos donde hacía piruetas con ellas para que en la pared se vieran figuras de animales o de pájaros. En uno de esos días que me sentí perseguido, y después de haber ido a Soacha a vender mis productos vi como otros que parecían perseguirme en el bus hablaban por sus celulares que me indujeron a creer que algo me podía pasar. Y si. Al bajarme al frente del cementerio del sur tuve que hacerlo en un espacio que esta entre la carrera 30 y la avenida 27 o autopista del sur que es aledaña al cementerio que digo, y donde un atracador joven que  estaba drogado a amenazarme con una botella de cerveza para que le entregara lo que llevaba en el bolso. Al ver ésto, me opuse, y entonces me cortó una de mis manos con ella que enseguida la sangre a borbollonees parece que también lo asustó. "Váyase, me dijo". Yo lo madreaba asustado, hasta que crucé la avenida, y en uno de esos negocios que hay, una señora me ayudó a que me lavara las manos. Por otras cosas que me pasaron en esos días, estaba como advertido de que alguien me iba a tirar con un cuchillo. fu cuando sentí l miedo al ver que alguien en la oscuridad me salía y me agarraba con una de sus manos a la parte de la camisa que está cerca del cuello, mientras con su otra mano dejó ver como desenvainaba el cuchillo de una navaja automática, a lo que inconsciente respondí con meterle una zancadilla que hizo que se cayera conmigo, mientras otra muchacha como si estuviera en una obra de teatro ayudaba para que yo también me cayera con su doble empujón. Y sin embargo, casi que estoy convencido por el rastro de su silueta que ésta trabajaba en un centro comercial de la décima donde unas muchachas que eran esposas de unos agentes de ley, y que por la forma como esta me atendía, cada que llegaba a comprar mis insumos par mis artesanías, siempre hacía alguna provocación con sus manos. Es más, se parecía también a unas vendedoras de dulces que había visto como vecinas de la casa embrujada, que a veces se hacían al lado del anfiteatro de medicina legal en la carrera 14, diagonal a la estación de la policía de la carrera 6a. con avenida Caracas. Tal vez la rapidez con que le metí la zancadilla impidió que me hubieran matado, y me dio la idea de que éstos tal y como salieron hacían parte de una escuela de aprendizaje que estaban practicando conmigo donde yo iba a ser el muerto.
-Vamonos, le dijo el muchacho a su socia gorda. Ya lo tengo.
En medio de aquella situación, éste había alcanzado a sacarme un billete de $5.000 pesos que llevaba en uno de los bolsillos del pantalón, como para justificar su acción, mientras me dejaría las huellas de la sangre en el lado del hombro de la camisa en recuerdo de haberme hecho raspar contra el pavimento.
Es más, creo que si no hubiera tenido ese mensaje anterior dentro de mi cabeza, tal vez estaría muerto.
Al otro día, la vecina que era esposa de un gendarme, madrugaría a barrer y golpear en la puerta de la entrada de la casa maldita, como diciéndome:
-Nosotros fuimos.
Yo a pesar del miedo salí a enfrentarla y a decirle:
-Ud. fue.
Ella asustada y nerviosa, como si fueran otros los que la que la mandaban, me gritó:
-¡Respete!
Lo sabían todo en aquel interior, y seguramente también quiénes lo estaban haciendo.
Como digo, el domingo 16 de noviembre hace dos semanas era tal vez uno de los últimos que me salía a provocarme, aunque después hubo otros más que durante todo este tiempo han convertido mi vida en una pesadilla, tal y como lo han hecho en otras circunstancias parecidas.
En la plaza de Bolívar de Ibagué  cuando iba para el barrio El Libertador a visitar una cliente, tuve que sentarme en una de las sillas de cemento que están.cerca de la alcaldía municicipal y cerca de la carrera 3a. por esos lados donde hay vigilantes de carros y algunos embellecedores de zapatos, que incluso desde que llegué a esta ciudad de nuevo parecía que ya me conocían o alguien por los lados de la plaza de mercado de la 21 frecuentemente estuvieron saliéndome a propósito como si yo fuera al que éstos fantasmas me tenían en re-ojos. Después partir al destino que iba. Noté cómo un agente se acercaba a la panadería mientras otros clientes degustaban tal vez sus productos, y procedí a seguir mi camino. Ya bajando por la Pola hacia el Libertador sucedió lo que dije al comienzo de estas historias, pero que al regresarme por la misma ruta, hubo un vigilante de esos particulares que ponen a cuidar una obra de la demolición de una de esas casas antiguas, y que ton pronto me vio que venía de regreso entre un poco con rabia por haber perdido la ida a buscar dicha cliente porque no había abierto su negocio y porque todavía recordaba a aquel taxista que me había gritado cuando yo precisamente acaba de tomar dicha foto, y cogiéndome desprevenido me había provocado un susto, dijo como para que lo escuchara:
-Patrullero.
Sentí que lo decía por mi ya que andaba a veces por calles desoladas para haber si lograba conseguir algún cliente, y entonces le respondí:
-¿Qué le pasa con los patrulleros?
-Nada, dijo, burlándose de mi.
Ya casi pasando por el parque del Centenario por la misma 3a. otra vez otro taxista que pudo ser el mismo que me había gritado casi que muy cerca de mis propios oidos, iba burlándose que fue entonces cuando le grité:
-¡Qué le pasa!
Mientras que dentro de mi cerebro comencé a imaginarme que el agente antes había visto pudo haber sido enviado por uno de esos fantasmas para hacerme caer en la cuenta que sabía por donde andaba, como si esa sombra se convirtiera en una amenaza.
Ya más tarde termine subiéndome en un bus hacia el barrio Ricaurte, y al caer la tarde despu+es de haber hecho unas ventas, termine descansando en una tienda a donde voy cada que me encuentro por esos lados.
Como no había más que una mesa desocupada con un señor ya muy mayor, y que según me contó en la conversación que tuvimos era de Coello-Cocora, mientras me contaba y señalaba a su vez con sus dedos y uno de sus brazos extendidos las montañas adonde se había criado de niño, y trataba de indicarme adonde ahora tiene una finca que quiere vender porque ya no tiene las fuerzas suficientes para atenderla. Después comenzó mal de Chávez y a tratar de enfrascarme a propósito en política porque resultó que de joven .según dijo- un antiguo empleado de un ex.rector del colegio San Simón, que resultó perdiendo su cargo en la última huelga que hubo en aquella institución, que me trajeron otra clases de recuerdos cuando yo estaba más joven, y había tefrminado en simpatizar y hacerme al lado de los huelguistas que también pedían que destituyeran a otro señor que me había colaborado con una beca para estudiar allí.
también fueron recuerdos amargos porque estando en esa misa situación, y viviendo en lo que fue el teatro Nelly con mi mamá tuvimos que salir a la media noche del apartamento en medio del humo que  no nos dejaba ver los pasillos del tercer piso.
Nos habíamos despertado al oír los gritos de los transeúntes y vecinos a esas altas horas de la noche en plena 3a. con calle 16, y al asomarnos por las ventanas y respirar mejor pudimos ver cómo con estupor nos gritaban que nos saliéramos del edificio.
Al abrir las puertas del apartamento el calor sofocante y el humo no nos dejaban ver y respirar cómodamente que instintivamente en vez de bajarnos hacia el primer piso que era el de la entrada del teatro, nos fuimos hacia la terraza, mientras los bomberos sofocaban aquel incendio que se había formado al lado de unos almacenes de ropa y unos billares que hasta hace poco tiempo dejó de funcionar allí.
Era como si estos personajes fueran los mensajeros de fantasmas antiguos que en vez dedicarse a otras cosas, buscaran a sus víctimas para zaherirlos con sus idioteces, cuando en vez de perder tiempo y dinero, deberían dedicarse mejor a hacer cosas más fructíferas para esta sociedad enfermiza.
El teatro Nelly ya no existe y los recuerdos solo son los que nos quedan a los sobrevivientes de tantos infortunios donde los hostigamientos han sido constantes y las persecuciones ya casi que no las puedo contar porque han sido muchas.