TREBLINKA


Este puede ser un viaje real o imaginario. Para los que lo vivieron tuvo que ser una pesadilla. El autor que contó esta historia sobre Treblinka nos hace ir a un mundo imaginario que fue real sobre la persecución a los judíos en la segunda guerra mundial, y detrás de esa historia hay otras que nos muestra otras perpectivas del mundo. Siempre ha sido así desde que llegué a Bogotá, o las veces que vine desde niño. Así como las Rimas de Becker nunca me gustaron, yo le tenía una especie de pánico venir a donde los familiares. Supongo que algo debió de ocurrir. Siempre algo sucedía. Cuando me leí este libro convivía con una tía hermana de mi papá, un Pedrín, y un primo de éste que me recuerda a un paisa en el Quiroga que tiene un remate, y que no hace mucho salió, y me dijo:
- ¿A ver, qué es lo que quiere?

Allí en ese mismo negocio, había una fotografía que hacía alusión a Bellavista, un barrio de Bogotá, en donde me tocó abandonar una casa porque casi me matan. Estaba loco, porque hasta el zumbido de una mosca la escuchaba. Pero de eso no se trata. El hecho es que conviviendo con la tía y otros primos, se jugaba naipe y se bebía divertidamente. Antes de acostarnos teníamos que asistir al rosario. Una etapa muy buena para uno que estaba joven. Había una señora que tenía un hijo agente, y era la que nos lavaba la ropa. Pero el caso es que aquel libro me lo trajo una sobrina de mi papá, o estaba allí, a propósito. Algo parecido, al trabajo sicológico en la casa embrujada, que curiosamente por fuera no se puede abrir porque tiene una llave partida, y después que insinúo este blog, otro vecino que tiene acceso a la calle, se le parte la llave por dentro después que entro. Creando miedo. Así como en el blog que cuando dije, que después de lo que me había pasado, no creía que yo fuera de la familia, llegara intempestivamente a quedarse una familiar. A la gente hay que creerle. Son trabajos sicológicos, es decir la casa se parece ahora a un campo de concentración. Paradójico, verdad. Pero tras la lectura nos podemos imaginar a Bogart en Casablanca, a Jane Fonda en la Tía Julia, o a Alain Dellon cuando se sube al tren de la muerte de los judíos, para saber quién era el que lo había suplantado, y que es allí precisamente cuando termina la película. Una amiga de esos años me decía que un escritor muy afamado le había tocado cambiarse de nombre, y que no sé porqué, era como refiriéndose a mí. Dirigía un taller literario en una universidad, pero lo que en realidad estaba haciendo era un extraño trabajo sicológico, pues además de ser robado y provocado, las calles se fueron convirtiendo en un extraño campo de persecución, y junto con con aquel personaje en la que su papá tenía una oficina de abogado en donde es hoy El Latino, y otros ladinos que solo hasta hoy los entiendo. Es un poco difícil de explicar pero tenga la seguridad, estos tipos de trabajos ahora, son muy comunes. No hace muchos años, otro familiar de aquellos que conocí en el barrio Trinidad, cuando le solicité una carta de recomendación para un trabajo, se negó.
- Acaso Ud. es familiar mío?

Se quedó pensando, y dijo:
- Ah... bueno sí. Pero yo no lo conozco.

Es curioso, pero en una de esas reuniones, a donde hubo mucho licor, me atraganté con una espina de pescado. Vivía en Ciudad Jardín del sur adonde Rodrigo, y trabajaba con mi papá, muy cerca en donde estando niño fui obligado a ir, pues este tenía una casa en esa época sobre la décima. Todavía tengo ese atoramiento. Algo muy parecido me sucedió no hace mucho. Sin embargo vea a lo que llegamos con Treblinka.

Hay otro viaje imaginario sobre Damián, aquel personaje de Herman Hess, y que curiosamente es el comienzo de otra historia.
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