EL LOBO ESTEPARIO


Hernan Hess. Escritor de origen Alemán. Damián es el personaje del Lobo Estepario. Si no estoy equivocado. Uno supone que:
- ¡Auuú....h! ¡Auuú!

Y no. Hacía unos cuantos años, cuando para entrar a trabajar en el magisterio en Ibagué, necesité de la la libreta militar para poder posesionarme. Un amigo, el negro cuchumina, me contactó con una persona que trabajaba en la brigada, y me ayudó a conseguirla. Era normal en esos tiempos. Lo curioso del caso, es que minutos antes de ir a hablar con aquella persona, jefe de reclutamiento, lo llamé para avisarle que ya iba para allá. La puerta de entrada daba acceso a un pasillo muy largo hasta donde estaba la sala. Desde ésta se podía abrir casi automáticamente con una cuerda que iba hasta la chapa. Método muy anticuado, para nuestros tiempos. Al timbrar, y al abrir la puerta un perro pastor amaestrado se me abalanza y se agarra férreamente sobre mis tobillos que estaban protegidos por el cuero de unas botas Ecuatorianas que eran muy comunes. Solo, hasta la orden de mando de su dueño, éste me soltó.

No. No se trata de eso. Este libro nos habla sobre la soledad al estilo de los lobos que andan solitarios en la las estepas, y a los que se les escucha en los largas noches invernales. Hess nos va recreando con este pesonaje .

También podemos compararlo con Taxi Driver, una película de Scorseé, en la que un taxista solitario (Robert de Niro) anda por las calles solitarias de Nueva York, tratando de hacer justicia. En la soledad, anda medio loco, extraviado de la realidad. Claro que en la medida que vamos discurriendo en el Lobo Estepario vamos entendiendo que esa es su condición natural. En Taxi Driver en cambio nos encontramos con uno de esos seres alienados que existen en las grandes ciudades y que son tan comunes, y de los cuales uno puede ser un buen ejemplo. Claro que no tanto como otros. Mucho antes de caer aquel libro a mis manos, me habían prestado un libro(aquel personaje del que hablé del Latino) que traigo a colación, pues aunque el lector no lo crea desde muy niño comencé a recibir mensajes cifrados de amigos que en su momento no entendí, pero que como todo secreto, por más que algunos lo guardaran, hay otros nos lo van contado muy disimuladamente. Tal vez esos mensajes no sean muy claros, pero de alguna manera, después que uno ha visto la muerte de cerca varias veces, algún sentido debieron de tener en su momento. El Gran Gatsby, de James Joice. Un libro que creo fue llevado al cine en la que trata muy posiblemente sobre la vida real del escritor, en la que mientras un joven se da la buena vida, lucha por una herencia que los familiares se la quieren quitar. Por esos años, en el primer año de derecho en la Libre, andaba mucho con una amiga (Gloria), que como caso curioso su papá tenía una compraventa por la décima con décima, en pleno corazón de San Victorino. Me decía ella, que era una niña adoptada por sus padres, que a fuerza de obligarlos, le estaban costeando la universidad, pues según parece la habían adoptado para tenerla como sirvienta. Cosa que según creo es muy común. Nunca la volví a ver.

Aunque como toda persona, he leído muchos libros, no sé porqué, estos libros fueron a propósito, como otros, y otros mensajes que por ahora no son necesarios de decir. El hecho es que el Lobo Estepario llega a mis manos por otro personaje en un club de ajedrez llamado el Capablanca. Un sitio a donde se daban cita toda una jauría humana que rayaban entre méndigos de profesión y esmeralderos. Abogados y profesionales, así como empleados de muy buena posición. Detectives y ladrones. Estudiantes de las universidades aledañas, adonde era frecuente discurrir sobre una tertulia política, de derecho, o de literatura. Algo parecido a lo que se dio en El Automático, o en El Pasaje, a donde los intelectuales se daban cita para hablar sobre lo que les interesaba en su momento. A diferencia , en este club se podía encontrar con auténticos personajes que vendían sus libros y sus cuadros a periodistas e intelectuales. O que su vida era de novela. O de pronto conocer personajes parecidos, y tal vez peores, a los que nos refleja Luis Buñuel en los Olvidados.

Mario Clavijo se llamaba. Uno de los muchos amigos que me salieron en aquel entonces en el Capablanca. Su padre según entiendo fue un afamado fotógrafo en la Bogotá de los principios del siglo pasado. Un tiempo más tarde, a unos pocos años, su hermana entró a trabajar en la Fuerza aérea Colombiana. Creo que era era economista. Tenían un perro al que le habían puesto el mismo nombre del personaje de Hess: Damian. No sè si era que quería que leyera el libro, o simplemente una manera premonitoria de decirme algo muy subliminal. Un ajedrecista que vería por muchos años en unión de otros personajes cuyos rostros son muy parecidos a los que uno ve por estos lados. En su casa armabamos unos estuches para fantasía. Es curioso. Me fueron apareciendo personajes y personajes como si estuvieran detrás de algo. Personajes que se entrelazaban entre los amigos de la Universidad Libre, el Capablanca y el vecindario a donde me encuentraba. Es mas, también familiares. Cuando estuve ido de la cabeza, me salió en el barrio de las Cruces. Mientras me convidó a tomar un tinto me echó un cuento. Su hermana había muerto del corazón. Vivía en la misma casa en la que fabricamos hace muchos años los estuches para fantasías, y se la disputaba con unos hermanos que lo querían sacar.

Me comentó en secreto: Era judío, y no era hermano de ellos.

Hoy, esa casa la compró un anticuario que vende en el comercio de las pulgas.

No sé porqué me comentó su historia antes de morir, ni por qué me invitó ya que en realidad siempre vivía sin un peso en el bolsillo.

Es curioso. Otro pensionado de la misma institución también me echó otro cuento parecido en la calle segunda. a donde don Alirio.

Debo de decir que durante años viví cosas escabrosas mediante sustos, la lenguita voraz de unos amigos en la Libre, cómo si alguna mano larga tuviera un interés económico, y siempre haciéndole creer a uno de que se era un perseguido mientras parecía que se me estaba induciendo al temor y al pánico. Digamos que eso fue hace unos treinta años, o más.
- No sé.

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